Preciosa...la Playa de las catedrales,
con formas rocosas señoriales,
que nos llevan de la mano
caminando por sus arenales,
de fina arena rubia,
a veces blanca,
que parece el lecho de
mil amores
tantas veces compartidos
con blancas y rubias mujeres,
quizá meigas, quizá lamias,
que hasta estas orillas
llegaron huyendo de
persecuciones varias,
y hasta ellas atrajeron
para perpetuarse
a miles de hombres
que les concedieran prole.

Columnas que emergen de la arena
que casi tocan el cielo
en un afán irresistible
de contar al mundo
la soledad de su destierro,
acariciadas por el agua a veces,
otras golpeadas con saña
en una suerte de amor
en el que nadie pierde ni gana,
tan sólo es la fuerza contra la fuerza,
el mar contra la roca,
un día y otro, así meses,
que aunque pasen los años,
el mar y la roca, alli permanecen.

Belleza de la natura
que en el tiempo perdura
para asombro y maravilla
del ser humano que las mira
con ojos abiertos como lunas
queriendo beberse tanta hermosura
tanta belleza que entre las rocas brilla.

Es el mar, es la arena, es la roca,
es el todo que nos rodea
cuanto aquí nos convoca
como queriendo decirnos
que no somos nada
ante esta explosión de riqueza
que los tres nos regalan,
el mar, la arena, la roca,
los tres unidos....en la playa.


La Playa de las Catedrales
poema de Enrique Ochotorena




uma noite o rei dos peixes encontrou um búzio mágico
e 
acústica era a catedral no desvio milimétrico das marés

desenho de mb





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